9ª MATERIA: ARDIENDO PARA DIOS (Profesora: Raquel Robledo/Silvia Ledesma)
9ª MATERIA:
"ARDIENDO PARA DIOS"
Resumen de la Ultima Clase 28/1
(Pr: Silvia Ledesma)
ARDIENDO PARA DIOS
Este libro recalca que cada uno de nosotros; PODEMOS ARDER.
¿Y cómo
podremos hacerlo? EL ESPÍRITU SANTO TE
HARÁ ARDER.
¿Por qué?
Porque el Señor busca ¡UN CORAZÓN ARDIENTE!
¿ANHELAS ESE PODER?
Si lo deseas LA MANO DEL SEÑOR ESTARÁ SOBRE TI.
Si lo deseas LA MANO DEL SEÑOR ESTARÁ SOBRE TI.

SE NECESITA PODER PARA EXTENDER EL REINO-
EL
PODER DE DIOS EN EL MINISTERIO DE JOHN WESLEY ,
DE CHARLES G. FINNEY Y DE DUNCAN CAMPBEL
Al
conocer las historias de cada uno de estos hombres de Dios podemos observar
que;
· NECESITAMOS RECIBIR REPETIDAMENTE EL PODER
ESENCIAL.
· NECESITAMOS PODER ESPIRITUAL.
· QUE EL PODER ESPIRITUAL AGOTADO PUEDE
SER RENOVADO
· NECESITAMOS AMOR
· NECESITAMOS PERMANECER
HUMILDES PARA RETENER EL PODER
· NECESITAMOS ARDER DE PASIÓN POR
CRISTO.
· NECESITAMOS ARDER DE PASIÓN POR LAS ALMAS.
· NECESITAMOS AMOR POR LOS PERDIDOS.
· AMOR POR LA IGLESIA.
· Y
SER LLENOS CON EL ESPÍRITU SANTO.
· EL PODER DE DIOS EN EL MINISTERIO DE JOHN WESLEY (1703-1791)
Conocido
como el evangelista del corazón en llamas, ejerció un ministerio repetidamente caracterizado
por el poder del Espíritu Santo. Se calificó de "el hombre de un solo libro"-la Biblia.
Sin embargo, escribió más de doscientos libros, editó una revista, compiló
diccionarios en cuatro idiomas -todo escrito por su propia mano.
A los seis meses de haber nacido de nuevo, Su
diario registra con fecha 3 y 15 de octubre de 1738 su anhelo de una experiencia más profunda
y luego sus propias palabras escritas en el diario dicen: "Primer lunes de
enero de 1739, los señores Hall, Kinchin, Ingham, Whitefield, Hutchins y mi
hermano Charles, estuvieron presentes en nuestra fiesta de amor en Fetterlane,
con otros sesenta de nuestros hermanos. A eso de las tres de la madrugada,
mientras seguíamos activos orando, el poder de Dios vino con fuerza sobre
nosotros, tanto que muchos gritaron de puro gozo, y muchos cayeron al suelo.
Tan pronto como nos recobramos un poco de esa sorpresa y temor reverencial ante
la presencia de Su Majestad, rompimos a alabar
'te alabamos, oh, Dios, reconocemos que eres el Señor'''.
El relato recuerda un parecido a lo que
pasaron los apóstoles (Hechos 4:23-31). Este derramamiento del Espíritu sobre
esta reunión de varias sociedades metodistas parece haber marcado un profundo
impacto en el ministerio de Wesley.
Desde entonces él predicó con rara
unción y poder, y su prédica resultaba en la profunda convicción de pecado
en los corazones de multitudes de personas.
Sus
mensajes no eran emocionales y cuando uno los lee hoy, se pregunta por qué
fueron tan efectivos. Dios los usó: No fue la palabra sino el poder de Dios en la palabra.
Desde esa época en adelante Wesley predicó con autoridad y poder que miles
vinieron al Señor.
Sus diarios
cuentan, de personas que sintieron la convicción de pecado tan profunda que
recuerdan a Pablo cuando el poder de Dios lo tiró al suelo en el camino a
Damasco.
En sus
predicaciones, la gente veía sus pecados aparecer ante la vista de nuestro
santo Dios y lloraban a gritos pidiendo liberación. Algunos se ponían a temblar
ante la tremenda presencia de Dios. Otros eran agarrados por la condenación del
pecado hasta tres semanas después y, de pronto, empezaban a llorar como si
agonizaran, se arrepentían y pronto se regocijaban en el perdón de pecados.
El 21 de abril de 1739, en el teatro
Hall de Bristol, un joven se puso a temblar con gran violencia súbitamente y a los
pocos minutos, al intensificarse la tristeza de su corazón, se hundió hasta el
suelo y pronto encontró la paz".
El 25 de abril del mismo año,
mientras Wesley predicaba, uno tras otro, por todas partes, de forma inmediata caían
por el suelo, como golpeados por un rayo". Parecía ser casi una réplica de
la experiencia de Pablo en el camino a Damasco.
Los críticos que observaban eran tomados por
una convicción similar y convertidos en un instante. Un fuerte oponente fue
súbitamente sacado de la silla, y cayó por el suelo clamando a Dios. Wesley
cuenta de otro lugar donde el poder de Dios estuvo sobre su prédica: "Uno
y otro y otro eran derribados a tierra
temblando como hojas ante la presencia de Su poder. Otros gritaban fuerte y
amargamente, preguntando qué debían hacer para ser salvados".
Él también sufrió repetida y encendida
oposición, hasta su Vida estuvo en peligro continuo; pero él mismo escribió
sobre su prédica: "El poder de Dios vino sobre su palabra de modo que
nadie pateó, interrumpió ni siquiera abrió la boca". En una ocasión hubo
veintiséis personas tomadas
con tal convicción de pecado que "algunas se postraron y se
quedaron ahí sin fuerzas, mientras otros temblaban y gritaban excesivamente".
Wesley oraba que ningún observador fuera
ofendido por estas manifestaciones que él no alentaba ni detenía, reconociendo
que era la mano del Señor.
Él predicaba frecuentemente al aire
libre así lloviera e hiciera mucho frío, predicaba a las masas durante dos o tres horas.
El 23 de diciembre de 1744 vino sobre
él otra poderosa unción mientras predicaba en un lugar. Escribió al respecto
"encontré tanta
luz y fuerza como no recuerdo haber tenido antes". Una y otra
vez, cuando estaba agotado por su constante ministerio, hallaba nueva fuerza física y espiritual
mientras oraba.
El 17 de marzo de 1740, Wesley iba a caballo
cuando, de pronto, un gran cansancio se apoderó de él "entonces pensé,
¿acaso Dios no puede sanar a hombre o bestia por algún medio o sin ninguno? De
inmediato mi agotamiento y dolor de cabeza cesaron y, la cojera de mi caballo,
en el mismo momento".
Wesley
nunca buscó emociones ni demostraciones externas. Sencillamente Dios invistió
con poder su constante ministerio.
· EL PODER DE
DIOS EN EL MINISTERIO DE CHARLES G. FINNEY
Fue convertido en una mañana de
octubre de 1821, luego de varios días de una profunda convicción de pecado dada por el Espíritu, Finney tuvo
una clara experiencia de Cristo y esa misma tarde fue llenado con el Espíritu
Santo.
Según él se encontró de inmediato dotado con tanto
poder de lo alto que unas pocas palabras dichas aquí y allá a distintas
personas fueron los medios para la inmediata conversión de las mismas.“ Mis palabras parecían flechas
agudas que se clavaban hondo en las almas de los hombres, cortando corno espada
y quebrando el corazón corno si fueran martillo”.
Dios empezó a usar a Finney en forma
poderosa a la mañana siguiente de haberlo convertido y dotado con poder, o
bautizado del Espíritu como dice él mismo. Casi toda persona a la cual habló en ese día,
fue sobrecogida con
convicción de pecado y, ahí mismo o poco después, conoció al Señor.
Finney abandonó su oficina de abogado
para hablar sobre la salvación a las personas. Ese mismo día ganó a un hereje y
a uno que destilaba licores Y esa noche en la iglesia, dio su testimonio y muchos fueron
inmediatamente convictos de pecado. Desde entonces, se realizó una reunión cada
noche durante cierto tiempo y todos los de esa comunidad y de las comunidades
vecinas, salvo uno de los anteriores colegas de Finney, conocieron al Señor.
Un día, mientras se dirigía a la iglesia,
"la luz
perfectamente inefable" de Dios brilló en tal manera en su alma que casi
lo dejó postrado: le recordó la conversión de Pablo en el camino a
Damasco.
Dios le imprimió repetidamente en su
corazón, "Pues en cuanto Sion estuvo de parto, dio a luz sus hijos"
(Isaías 66:8) y Finney aprendió lo que significaba trabajar en oración por los
perdidos.
Sus primeras reuniones en 1824 fueron en Nueva York, donde predicó varias
semanas sin resultado. En un servicio pidió que la congregación decidiera en
pro o en contra de Cristo, cosa que los enojó. Al día siguiente presentó ayuno y oración y esa
noche vino sobre él un desusado sentido de unción y poder"
mientras que una ola de
convicción barría a la gente. Durante toda la noche hubo personas
pidiendo que él fuera a orar con ellos, hasta hubo ateos endurecidos que se arrepintieron y fueron
salvos. Desde entonces él predicó con creciente poder el Evangelio
por todos los Estados Unidos y más tarde en Gran Bretaña.
A veces el poder de Dios venía en tal forma
sobre él durante un servicio que casi toda la gente presente caía de rodillas a orar,
mientras algunos se postraban en el suelo. El poder de Dios era tan poderoso sobre
él que parecía que "una nube de gloria"
descendía sobre él mientras ministraba. Hasta personas tan pronto
como entraban a la ciudad donde ministraba Finney sentían profundamente
convicción de sus pecados.
Cierta vez que predicaba contra el pecado y la incredulidad, una
abrumadora solemnidad de Dios "pareció instalarse sobre ellos a los quince
minutos del sermón. La congregación empezó a caer de sus asientos en todas las
direcciones llorando y pidiendo misericordia. Casi todos estaban de rodillas o
postrados".
En 1826 algunos de los profesores del seminario
teológico hostilizaron el ministerio de Finney y de ello resultó que muchos se opusieron a su
ministerio de avivamiento y enviaron espías para dañar su influencia.
Un día, mientras Finney oraba
extensamente, Jesús se le apareció en una visión. "El se acercó tanto a mí
mientras yo oraba que mi carne tembló literalmente. Me estremecí de pies a
cabeza bajo el sentido de la presencia de Dios. Pero, en lugar de querer huir,
se sintió atraído a acercarse más y más a Dios. Mientras Su presencia lo
llenaba, Finney sintió, como Daniel, "no quedó fuerza en mi, antes mi
fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno...me puse en pie
temblando" (Daniel 10:8-11). Dios le dio especiales promesas asegurándole
que ninguna oposición
prevalecería y que él solamente tenía que amar y ser bondadoso con los
ministros que se le oponían. Finney estaba tan santificado que nunca
sintió hostilidad de ningún tipo hacia sus enemigos.
A veces Dios daba a Finney instrucciones sobre qué decir y cómo acercarse
a personas aparentemente imposibles y luego, el Espíritu venía sobre ellos en
convicción y salvación.
La gente tomada por Dios durante un
servicio solía continuar bajo la asombrosa mano del Espíritu después de haber
vuelto a su casa, se
daban cuenta que no podían seguir con sus actividades habituales hasta que
completaran el arrepentimiento, la restitución y la confesión.
Un conocido empresario de esa ciudad se oponía
a que su esposa fuera cristiana y no la
dejaba ir a la iglesia, hasta que una noche, antes del servicio, ella oró y él
le dijo que él la iba a llevar a la reunión. Su verdadera intención era
ridiculizar y objetar lo que pudiera. Finney ignoraba todo esto pero al
comenzar el servicio Dios le dio un texto "[Cállate, y sal de él!"
(Marcos 1:25) ungiéndole con especial poder mientras predicaba. De pronto el
empresario gritó y se cayó de la silla. Finney calló y fue a ver qué le pasaba.
El hombre se había recuperado un poco, tenía su cabeza en el regazo de su
esposa, lloraba como niño confesando sus pecados.
La gente que estaba en la iglesia empezó a
llorar y Finney tuvo que terminar el servicio, porque debía llevar a este
hombre a su casa y este ni bien llegó, mandó a buscar a sus compañeros de
pecado y les confesó sus pecados contra ellos advirtiéndoles que huyeran de la
ira venidera (Mateo 3:7). El hombre estuvo
varios días tan abrumado por el poder de Dios que no podía seguir con su
vida habitual sino que seguía buscando personas para confesarles sus tropelías
y pedirles perdón exhortándolas a ser salvadas. Con el tiempo este
hombre fue un servicial líder de la iglesia.
No solamente los avivamientos ocurrían
en casi todo lugar
donde comenzaba una obra; sino que a menudo también la salvación
llegaba a los hogares
que Finney visitaba.
Durante su ministerio en New York
Mills, Finney visitó
una una fábrica de algodón, y mientras se acercaba a una joven obrera, estando todavía a
unos metros de distancia, ella se cayó al suelo y rompió en llanto. Otros en el
área se percataron de este hecho y comenzaron a llorar también, y en pocos minutos casi todos en
un área bastante grande
estaban llorando.
La convicción del Señor se extendió de área en Mea. El propietario de la fábrica
dijo al capataz que cerrara. Todos los obreros fueron reunidos en un área grande
para que Finney les hablara.
El avivamiento pasó por ese edificio con tal poder que en pocos días casi
todos los de esa fábrica habían sido convertidos.
El
poder del Señor se manifestaba en forma de una abrumadora convicción, que hasta
producía
pérdida
del apetito y del deseo de dormir. Su
efecto directo sobre la gente, frecuentemente después de oír la prédica u
oraciones de Finney, llegaban
a perder fuerzas, durante un momento, para mantenerse sentadas, de pie o hasta
para hablar en voz alta. En otras ocasiones, se caían al suelo y, en otras, eran
súbitamente sacadas de sus asientos. Habían momentos en que hombres fuertes se
debilitan tanto que tenían que ser llevados a sus casas por amigos.
La
convicción del Espíritu Santo atravesaba a la gente con intenso dolor y
remordimiento por sus pecados y resistencia a Dios. Finney lo describía con palabras
como éstas: "La obra era de tal poder que unas pocas palabras hacían que
los hombres más rudos se doblaran en sus asientos como si una espada les
hubiera atravesado el corazón... el dolor que se producía cuando se presentaba
[el Espíritu] escudriñante es decir, originaba un malestar que parecía
insoportable".
De esa manera fueron convertidas más de cinco mil
personas en un tramo de unos ciento sesenta kilómetros.
Durante su largo ministerio solía
decir que se entregaba a intenso ayuno y oración.
El mismo Finney sentía a veces un
tremendo espíritu de ruego y osada fe pareciéndole que era capacitado para orar
sin cesar. Atestiguaba que el poder de Dios lo tomaba simultáneamente con
agonía de oración y fe. Decía ser capaz de "ponerse la armadura para el
fuerte conflicto con las potestades de las tinieblas" por un derramamiento
del Espíritu. Sentía repetidamente el poder del Espíritu que venía sobre él
para que intercediera.
Dios empezó a usar a Finney para el avivamiento de Londres en
1849. A veces eran mil quinientas a dos mil personas que respondían a la
invitación para recibir a Cristo. Diez años más tarde Finney supo que casi
todos esos convertidos seguían fieles.
El gran avivamiento de 1858 a 1859
que barrió a los Estados Unidos de Norteamérica ha sido llamado el avivamiento
de las reuniones de oración integradas. El doctor Lyman Beecher lo calificó
como "el mayor avivamiento que ha presenciado el mundo" con unas
seiscientas mil conversiones por lo menos. Fue considerado resultado directo
del ministerio de Finney durante los años anteriores, aunque él no solía estar presente.
No hay sustituto para el poder del
Señor manifestado en la forma en que se vio en la vida y el ministerio de
Finney.
- EL PODER DE DIOS EN EL MINISTERIO DE DUNCAN
CAMPBEL
Fue ministro
de la Iglesia Libre Unida de Escocia, fue poderosamente usado en el avivamiento
de las islas Hébridas, el cual comenzó en diciembre de 1949. Fue un humilde
profeta del Señor.
En abril de
1918, con heridas casi
fatales causadas durante la Primera Guerra Mundial, Campbell fue sacado del campo de batalla a lomo de caballo, mientras iba
diciendo la famosa oración de McCheyne "Señor, hazme tan santo corno pueda
serlo un pecador salvo" e instantáneamente sintió la poderosa potencia
de Dios corno fuego purgador que pasaba a través de todo su ser: La
presencia y el poder de Dios fueron tan reales que pensó que iba camino al
cielo y mientras yacía en una camilla, se puso a decir, el Salmo 103.A los pocos minutos, la
poderosa convicción del Espíritu Santo cayó sobre los otros heridos y siete
canadienses nacieron de nuevo en ese mismo momento. Entonces, uno a uno,
empezaron a testificar. Así fue como Duncan descubrió el poder sobrenatural del
Espíritu Santo.
Terminada la
guerra, se recuperó completamente y empezó su ministerio visitando casa por
casa, leyendo las Escrituras, dando testimonio y orando con la gente. Comenzó
un curso intensivo de nueve meses de
preparación para misiones por fe, en Edimburgo, Escocia y empezó a ganar gente
para Cristo.
Un día antes que empezara la clase, Duncan se puso de pie y
atestiguó que Jesús era su Amigo más amado. El poder de Dios descendió sobre la
clase, los estudiantes se arrodillaron, y oraron por horas. Este fue
el primer indicio de los planes de Dios para usar poderosamente en los avivamientos reales.
Después de graduarse integró a un equipo de
misiones por fe, y empezaron a predicar en los edificios de escuelas e iglesias
rurales. Duncan al
comenzar su ministerio, enfrentó oposición en una de las islas
escocesas.
Cierto día,
tres jóvenes recibieron una gran carga de oración y oraron toda la noche en sus hogares
mientras Duncan hacía lo mismo en un establo. En la tarde siguiente el poder de
Dios cayó sobre las reuniones y la gente fue tan tomada con la convicción del Espíritu Santo que
se quejaban implorando misericordia. La asistencia aumentó y el poder de Dios
fue sentido por toda la comunidad y familias enteras eran convertidas.
Duncan iba de aldea en aldea, predicando donde
podía y orando con personas a la vera del camino, en las colinas, en las casas.
Los nuevos conversos empezaron a orar por sus parientes aún no salvados y
muchos fueron convertidos.
El poder del
Espíritu hacía que se inclinara la gente que asistía a los servicios ante la
tremenda presencia de Dios. Los cristianos gemían y los pecadores gritaban
pidiendo misericordia. Durante
el avivamiento de una de esas comunidades, el poder de Dios obró tanto en toda
la gente que la mayor parte del trabajo secular fue abandonado y las personas
buscaban a Dios en sus casas, establos,
refugios, a la vera del camino y en los campos.
Durante el avivamiento de la isla más al norte
del archipiélago de las Hébridas, parecía como si toda la isla estuviera
saturada de Dios. Los
visitantes eran tomados por el Espíritu antes que pusieran pie en la isla.
A veces, el poder de convicción de Dios caía
sobre la gente hasta que lloraban tanto que Campbell tenía que parar su prédica
pues nadie podía oírle. Las
personas lloraban mientras caminaban solos. Algunos eran postrados por el poder
de Dios mientras estaban solos en sus campos o en las hilanderías. Otros
andaban por la noche, incapaces de dormir debido a tal profunda convicción de
pecado.
Una noche se reunió un grupo para orar por los
aún no salvados y, evidentemente inconmovibles ante Dios. A eso de la
medianoche Duncan fue hacia el herrero del pueblo para pedirle que orara y de
pronto se estremeció toda la casa como si temblara. Los platos sonaron y
"ola tras ola de poder divino barrió la casa".' Campbell pronunció la
bendición inmediatamente. Y a medida que iban saliendo de la casa, parecía que
toda la comunidad se hubiera avivado con la tremenda conciencia de la presencia
de Dios. Noche tras noche la gente encontraba a Dios en sus casas.
En un servicio "el Espíritu de
Dios entró y pasó por el edificio con la fuerza de un huracán", hecho casi idéntico a lo ocurrido
en el ministerio de Andrew Murray en Sudáfrica, muchos fueron
postrados ante Dios, mientras que otros lloraban o sollozaban. El efecto se
esparció por toda la isla y personas hasta entonces indiferentes fueron
conquistadas por el Espíritu Santo.
Veinte años
después Campbell supo que los convertidos en aquel avivamiento seguían caminando
con el Señor.
En marzo de 1960 Dios vino repentinamente en
poder e "hizo en segundos lo que otros llevaban intentando
durante meses"." El poder de Dios estaba tan presente que muchos lloraban
en silencio. Ola tras ola de poder de DIOS pasaron por la habitación donde
estaban reunidos. De
pronto todos los que ahí estaban oyeron música celestial procedente de los
cielos. Por lo menos en otras dos ocasiones, que sepamos, la gente
presente con Duncan oyó súbitamente cantos similares de coros celestiales. Una
vez era cerca de las dos de la madrugada cuando una congregación se fue de su
templo y cruzaron los campos en pos de otra iglesia donde el Espíritu había
nevado a otros y, de pronto, cayó sobre ellos. Mientras caminaban en la noche oyeron los coros cantando
en los cielos, y los doscientos que formaban el grupo cayeron de rodillas. Esta
experiencia fue sagrada sobremanera.
Mientras que
Duncan apreciaba todas las manifestaciones de Dios y del cielo nunca se indignó
por lo carismático sino que siguió siendo un escocés presbiteriano. No alentaba
a la gente a buscar las manifestaciones espectaculares ni quería que la gente
se concentrara en las emociones, distrayéndose de la venerable majestad de
Dios. Él fue lleno poderosamente del Espíritu Santo y vivió en la plenitud del
Espíritu, pero creía que lo más importante de todo era la silente influencia de
su personalidad llenada con la plenitud de Dios.
Un día
hallándose en el norte de Irlanda, el presidente del directorio de la
conferencia, donde Duncan era el orador, se encontraba solo en el comedor
cuando sintió repentinamente; "el resplandor de la presencia del
Señor" que transformaba toda la atmósfera. Se sintió tan indigno de estar
en tal asombrosa manifestación de la presencia de Dios que: salió al jardín,
donde se quedó llorando en silencio. Entonces Duncan vino con su rostro resplandeciente mientras le
contaba que el Señor acababa de darle una promesa de derramar bendición.
Todo el día estuvo la presencia de Dios moviéndose cerca en el servicio
vespertino, después del mensaje final y de la bendición, el organista estaba
tan impresionado por la presencia de DIOS que no pudo tocar la pieza musical de
cierre de la reunión.
Toda la congregación estaba tan tomada
del poder de Dios que se quedaron sentados en santo silencio y nadie se movió
por una media hora. Luego alguien empezó a orar y
llorar. Después hubo cuatro testimonios de personas que escucharon sonidos del
cielo indescriptibles. Sentarse al lado de Duncan Campbell era como reavivar el
corazón y vislumbrar nuevamente que apenas hemos aprendido las primeras letras
de todo lo que Dios anhela hacer por nosotros, al oírlo contar humildemente
algunas de sus experiencias de la obra sobrenatural de Dios hasta verlo indicar
el lugar donde estábamos sentados al decir lo que Dios había hecho en ese mismo
lugar o escucharlo contar a un grupo de ministros, a pedido mío, algunas de
estas tremendas escenas de la presencia y poder de Dios, era como si solamente
hubiésemos aprendido el ABC de todo lo que Dios anhela para nosotros.
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